2 de septiembre de 2011

Vida Casquivana: Infidelidad

¿Confesar o Negar?

¡Todos los hombres son iguales! me dijo la Cote* llorando y tratando de disimular con un pañuelo los lagrimones para que la gente en el cafe no la viera, mientras yo pensaba “sí amiga tienes razón, todos los hombres con los que tú te has relacionado sí son iguales” pero me guardé muy bien de decirlo porque en ese momento solo serviría para empeorar su ya de por sí bastante dañada autoestima.

Resulta que el marido de la Cote, un tipo la verdad bastante agraciado por los dioses de la belleza y a la amabilidad, con sonrisa de actor de cine y 1.80 metros de altura siempre bien vestidos, le había contado a mi amiga en un “arrebato de sinceridad” que le había sido infiel con una compañera de oficina durante los últimos 8 meses, que la relación había terminado ayer mismo en la tarde porque “él ya no podía más con esa doble vida y no estaba dispuesto a perder a su mujer por una aventurilla sin importancia”. La Cote agarró el auto, salió disparada y se estacionó dos cuadras después para llorar más a gusto y llamarme.


Nos encontramos en un café cerca de mi casa porque el Esclavo y su marido son amigos y porque ella no quería “montar el show” (según sus propias palabras) en presencia de mi Esclavo Personal. No les voy a contar toda la historia porque no es muy diferente de las más comunes historias de infidelidad que conocen, y porque mi amiga se va a terminar de hacer el harakiri si sabe que ando ventilando sus secretos en esta columna, pero sí quiero enfocarme solamente en lo que pasó ayer.

Él le mandó un msg de texto diciendo que salía temprano de la oficina y que la esperaría en la casa con una copa de vino. Mi amiga se puso lo más felíz porque hacía mucho tiempo que el marido estaba trabajando hasta tarde casi todos los días (ajá!) y pensó que el proyecto que lo tenía tan ausente y cansado había terminado, lo cual ameritaba un festejo. Como buena fémina que se precie de serlo, antes de salir de su trabajo se dio una manita de gato, se maquilló, se peinó y se perfumó...la pobre casi esperaba llegar y encontrar velas prendidas y pétalos de rosas en el suelo o por lo menos se imaginó que -siendo jueves en la noche- saldrían a comer algo rico y a tomar unos traguitos.

Nada, lo encontró desparramado en el sofá, con un vaso de whisky en la mano, la corbata puesta y sin zapatos...lo primero que le llamó la antención fue la cara de él. No hubo una larga conversación, él no se anduvo con rodeos, la sentó en el sillón y le dejó caer así nada más 8 meses de infidelidad seguidos de su “total arrepentimiento” y consecuente término de la relación extramarital. Después de escuchar “mi amor, perdóname, la prueba de que te amo es que te estoy diciendo toda la verdad” mi amiga salió huyendo.

“¿Porqué me lo dijo? si yo no tenía ni una sospecha y era tan felíz”. Las palabras de la Cote se me quedaron dando vueltas hasta bien entrada la madrugada y aún ahora me taladran la cabeza. Por supuesto el asunto está peliagudo...por un lado, 8 meses no pueden ser “una aventurilla sin importancia” ¿o si? o sea, una acostadita, un agarrón con alcohol en la sangre...pero 8 meses!! Y por otro lado, yo no me atrevía a preguntarle a la Cote si ella preferiría que el marido se lo hubiera callado todo y hubiera seguido con la vida como si nada pasara. Y la verdad es que tampoco me atrevo a contestar para mi esa pregunta. Además me dió la impresión de que él trataba como de voltear las cosas al confesar su infidelidad, como si eso lo hiciera menos culpable...¿lo hizo para sentirse bien él o porque de verdad necesitaba el perdón de ella para seguir adelante?

No sé, ¿ustedes qué opinan? ¿les gustaría saber o preferirían que pasara piola y la vida siguiera? ¿confesar la infidelidad o negarla hasta la muerte? ¿culpa o de verdad arrepentimiento?
*El nombre de mi amiga por supuesto está cambiado.
*Por Mara, atribulada.
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