23 de septiembre de 2011

Experiencias Casquivanas: Sal del sofá



Después de muchos meses (tantos que en realidad no recuerdo exactamente cuantos) esta semana volví a salir a trotar. Tengo que admitir que es un esfuerzo supremo salir de la cama para vestirme y hacerme terapia de convencimiento mientras me preparo para salir…en esos momentos mi mente es como un compendio de frases cliché de libro de autoayuda: “andale Marita, no te quedes en la cama, trotar te hace bien, te vas a sentir mejor una vez que estés en marcha, hace un día maravilloso, no puedes desperdiciar ese sol, el que persevera alcanza, un día a la vez, paso a pasito...” y no se cuantas cosas más.

Bueno, una vez que estoy en el ascensor y comprendo que ya no hay marcha atrás y que logré lo más difícil (salir de casa) como que mi mal humor comienza a cambiar y pongo la música perefecta para trotar, me ajusto el cronómetro y bam! salgo al mundo con la primera pisada. Al principio siempre me cuesta agarrar el ritmo porque le doy demasiada velocidad y en unos cuantos metros me falta la respiración, así que tengo que bajar el ritmo y concentrarme más en el movimiento y cada pisada y menos en la música. Al fin puedo acompasar mi respiración, mis pies se mueven a ritmo perfecto y el corazón ya no me late como tambor. ¡Ya estoy trotando!


De ahí todo es perfecto, o sea, no es literalmente un paseo por el parque, constantemente me estoy preguntando si lograré llegar a la meta de distancia que me he propuesto y me torturo pensando que está taaaan lejos, pero la sensación de estar trotando en el parque, con mi música y con mis pensamientos, sin que nadie me moleste, sin tener posibilidad (ni necesidad) de estar checando el correo ni de trabajar; solo tengo que seguir adelante y aunque me costó aprenderlo, he logrado dejar de pensar en la meta y trato de concentrarme en la siguiente pisada y en la siguiente y en la siguiente y de pronto sin darme cuenta estoy ahí, doy la vuelta y sigo trotando en la dirección contraria.

Obvio cuando vuelvo a casa estoy rendida. Siempre llego y me miro en el espejo que está justo al frente de la puerta de entrada; no es una imagen agradable, el pelo por ningún lado, sin maquillaje, la cara roja por el esfuerzo, la ropa empapada y la respiración entrecortada. Pero para mí es el momento de vanagloriarme de que lo hice una vez más, de que aunque el cuerpo me duele como si me hubiera pasado una aplandadora encima, es porque logré salir de la cama y me regalé una hora a mí misma que no solo me va a hacer bien ahora, sino por mucho tiempo más, de que me gané ese sudor en la ropa y de que no lo hice por nadie más, sino simple y llanamente por mí.

Y no estoy predicando el running como la nueva religión, que conste! El asunto está más alla de la mera actividad física, no importa el deporte que hagas si lo haces como un regalo a ti misma y creo que eso es lo que me faltaba a mí. Comencé a trotar hace 3 años y lo amaba, pero cometí el error de dejarlo y me ha costado volver pero creo que ahora sé porqué. En todos los meses que han pasado, cuando lo intentaba por algunos días el foco estaba en perder peso, en hacer mover la pesa…pero en estos tres últimos días comprendí (o mi cerebro recordó) que hay mucho más que eso en practicar un deporte, que no se trata solo de la parte estética, sino también de la espiritual y de la mental y ahora más que un sacrificio, lo veo como un regalo.

Y ustedes, qué esperan para darse un regalo así? Es maravilloso y sus beneficios duran para toda la vida!!
*Por Mara
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