¡Sorprendente!
Anoche fuimos a cenar a Bellavista, lo cual parecía en principio una buena idea, hasta que llegamos ahí y nos encotramos con el medio taco por todos lados. Tuvimos que dar mas de un par de vueltas para poder entrar a uno de los estacionamientos subterráneos y bajar casi hasta el infierno para encontrar un espacio vacío. Nos dirigíamos a uno de mis restaurantes favoritos en Santiago pero al llegar nos dijeron que tenían una espera de entre 30 y 40 minutos. Después de las miles de vueltas estabamos muertos de hambre así que salímos de ahí y en la siguiente puerta estaba el Epicúero, preguntamos si había mesa para siete y nos dijeron que sí. Entramos.
Al sentarme y cuando me dieron la carta me pasó por la mente que el restaurante podía no ser muy bueno porque todos los demás estaban atestados de gente y este tenía mesa para siete?! Pero la verdad es que nuestros acompañantes ya estaban también muy hambrientos y pedían desesperadamente alcohol así que me encomendé a los dioses de la cocina y les pedí que fueron buenos con nosotros y que al menos la canasta de pan fuera generosa y estuviera calientito. Así si la comida no estaba muy buena, al menos podríamos llenarnos con pan.
Pues dejenme decirles que Oh! Oh! Oh! No solo la canasta de pan era generosa, el pan bien tostadito y el aceite de oliva aromatizado al romero, sino que nos trajeron por cortesía de la casa una probadita para cada uno de un ceviche muy, muy rico. Vinos había para todos los gustos y de entrada pedimos tres opciones, locos con mayo y salsa verde, una tabla marina con pinchos de mariscos, calamares empanizados y camarones al pilpil y un crudo de vacuno que merece mención especial porque estaba de cinco estrellas. A esas alturas mis miedos se habían disipado, y ya se veía que los dioses de la cocina nos favorecían al 100%.
No he mencionado que la especialidad de este restaurante son los mariscos y los pescados, aunque también tienen un par de platos de carne (un Wagyu que según la persona que lo probó estaba inmejorable). Otros pidieron atún de Isla de Pascua, lasaña vegetariana y yo un risotto de mar que estaba rico y contundente, sin ese sabor a caldo de pescado que me ha tocado probar en muchos lugares. Los platos quedaron vacíos y el vino siguió llegando.
La cocina trabaja rápido y el servicio es muy amable, conoce los platos y nomás de oir las descripciones que hacían cuando alguien les preguntaba de un plato o de otro ya se me antojaba probar. La carta no es muy larga, pero lo que hay es suficiente para salir de la rutina de los platos clásicos y probar esa otra cocina chilena que no es ni de carne ni de choclo.
Ideal para llevar extranjeros o hacer cenas de negocios, rico, bien atendido y original. Vayan, pero aunque tiene descuento del club de lectores no vean los precios, eso hice yo, total, la cuenta la pagaban otros.