Por la razón o por la fuerza
Ayer estaba tomándome un café y como siempre estaba escuchando la conversación de la mesa de al lado donde había tres chicas como de 20-22 años, ya saben, todas ellas muy pelolais, rubiecitas, ojo azul, tomando un frapuchino moka light sin crema y fumando como si no importara que los cigarros estuvieran cada vez más caros porque después de todo los papás igual les pasan la mesada. Ay no que anticuada, la mesada ya no existe, ahora les pasan las tarjetas y les hacen transferencia electrónica.
Bueno, como les contaba, estaba escuchando las conversaciones de estos conclitos de la Javiera Suarez (versión del así somos) mientras me preguntaba porqué nadie les ha dicho a estas señoritas -seguramente de muy buena familia- que aunque tengan acento del barrio alto, decir “weona” cada 3 palabras, acompañado de infinitas reiteraciones de “te morí” y “cachaí” las hace perder al instante la poca clase y originalidad que les quedó después de clonarse a la Javiera. Y para colmo, cuando logro concentrarme en el tema de la conversación me doy cuenta de que están haciendo planes para que el pololo de una de ellas le proponga matrimonio.
Las estrategias iban desde decirle que estaba embarazada hasta proponerselo ella misma, pasando por decirle al papá de ella que llamara al papá del susodicho para sugerirle que el hijo ya se estaba tardando mucho, que 3 años de pololeo eran harto y que porqué no organizaban el matrimonio de una buena vez y se sentaban a ver quién pagaba qué. Ahí se desviaron un poco definiendo lo de los pagos, hasta que llegaron al acuerdo de que los papás de ella pagaban el matri y los de ellos la luna de miel, que ella ya tenía decidido que sería un mes recorriendo Asia. Una de las amigas mencionó como de pasada que el pobre novio era súper delicado de estómago, a lo que la interpelada contestó que viajarían con litros de viadil en la maleta, pero de que iban a Asia, iban a Asia.
Saldado el asunto de los gastos y la luna de miel, volvieron -más o menos- al tema fundamental y comenzaron a hablar del anillo y la entrega de este. Pero no contaban con la astucia de la “Super Novia” (a quién bauticé así después de ver lo que voy a describir a continuación) que sacó su i-phone y procedió a mostrar a sus amigas los anillos que ella ya tenía pre-seleccionados y dijo que su “no tan súper novio” (ese también lo bauticé yo) estaba loco si creía que ella iba a aceptar el de la abuelita que además de viejo era horrible y estaba “hiper pasado de moda”. Las otras dos asintieron con seriedad, como para dar su apoyo en un asunto tan importante.
Ya que había sacado el i-phone aprovechó también para mostrarles (parece que por enésima vez eso sí, porque ahí las amigas ya no se mostraron muy interesadas) el vestido de novia que quería copiar de un diseñador cuyo nombre no alcancé a escuchar porque en ese momento llegó la mesera a preguntarme si podía llevarse mi plato vacío. Para cuando traté de reconectarme con conversación el tema vestido había dado paso a los arreglos de flores, el color con que la mamá y la suegra irían vestidas y un sinfin de detalles que yo no recuerdo haber gestionado en NINGUNO DE MIS DOS matrimonios. Todo perfectamente registrado en el i-phone, fotos incluídas.
Yo estaba de lo más entretenida escuchándolas y pensando en escribir este post y por eso no me di cuenta de que para escucharlas mejor las estaba mirando fijamente y sin el menor disimulo. Y habrá que ver qué cara tenía yo (supongo que de horror, que es una de las expresiones faciales que nunca puedo esconder) porque en cuanto me vieron se quedaron calladas, apagaron los cigarros (en el suelo, con tremendo cenicero que tenían en el centro de la mesa) y se fueron, por supuesto dejando los vasos en la mesa porque de seguro algún “lacayo” de la cafetería vendría para quitarlos de ahí y tirarlos al basurero que estaba a dos pasos.
Tengo que admitir que quedé muy intrigada porque al final no voy a saber nunca cómo se las van a arreglar para que el “no tan súper novio” le proponga matrimonio a la pelolais. ¡Que rabia! La próxima vez usaré lentes oscuros al escuchar conversaciones ajenas, así nadie se dara cuenta.
*Por Mara