Nunca me han gustado las multitudes, por eso no voy ni a conciertos ni a bares demasiado llenos ni a cualquier otro lugar que represente un aglomeración de gente…con decirles que no me paro por el mall (mi segunda casa prácticamente) entre el 15 de Diciembre y el 6 de Enero aunque muera de síndrome de abstinencia. La única excepción a esta regla son los aeropuertos que quizás para much@s de ustedes no represente una gran aglomeración de gente, pero para mí si.
La diferencia es que esa gente está en estado de “circulación”. Soy de las que llega temprano y se registra con tiempo en el vuelo, llego a la puerta de embarque harto tiempo antes que la mayoría de los pasajeros y busco el mejor lugar para sentarme a observar. En el caso partícular de los aeropuertos, mientras más gente mejor, tengo vitrina de entretenimiento para rato.
Como soy una miradora de gente (por no decir fisgona), nunca pongo atención a las pantallas distribuidas por todos lados y más de una vez he estado a punto de perder el vuelo por andar despistada metiendo la nariz (y los ojos) en las vidas de los demás. Lejos lo más entretenido es ponerme los audífonos y escuchar música mientras me imagino quienes son estas personas, de qué están hablando, a donde van, de donde vienen…o imaginarme que todos se mueven siguiendo el ritmo de la música que estoy escuchando como en una coreografía solo inventada por mí.
Cuando el aeropuerto es tan grande con el de la Cd. De México (por el que ya me paseaba sola a la tierna edad de 17 años) el asunto es casi como ver una película donde uno ve entrar y salir a los personajes, los mira decir sus diálogos y los deja ir sin saber cuál será el final de su película. Así es, lo que están pensando es correcto: me voy en la volada!
Ahora mismo mientras escribo estoy en el Aeropuerto de Santiago y mi atención está repartida entre el computador, la gente alrededor, las pantallas y el llamado a embarcar mi vuelo. Pero todavía falta…odio las filas de gente que quiere embarcar primero como si no tuvieran número de asiento asignado.
Y bueno, ¿qué veo? Veo la gente que desayuna tranquila en la cafetería frente a mí, no tienen ninguna prisa al contrario de la pareja que va caminando por el pasillo que lleva cara de “me deja el vuelo”. En los asientos frente a mí a una pareja de chicas que se nota que van de trabajo (por la vestimenta) y hace unos minutos estaba un grupo de 5 personas que cuando nos dijeron que el vuelo estaba retrasado hicieron las típicas bromas de “pa´la casa” “la ceniza no nos dejó volar” mientras yo mentalmente repetía mi mantra de tranquilidad “ciscale, ciscale diablo panzón” (que es muy mexicano y que quiere decir algo así como “nica”).
Oops! La fila avanzó muy rápido y ya me toca abordar mi vuelo. Se acaba la película y comienza mi fin de semana largo! Nos vemos a la vuelta!!!
*Por Mara
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