Las escalas obligadas
Una de las cosas que me encanta de Chile es que puedes cruzar todo el país (de Norte a Sur) en una sola carretera y hacerlo es como ver un resumen de la vida en cada región, no solo en términos de la flora y fauna sino también de sus habitantes.
Cuando uno tiene tiempo de mirar fuera de la ventanilla (preferentemente si no eres el conductor) te puedes fijar en todos los puestos, tienditas, tendajos, quioscos, bencineras y restaurancitos que hay al lado de las carreteras. Al llegar a Chile era una de mis máximas entretenciones además de mirar el paisaje, mirar todos estos lugarcitos y ver qué vendían en cada uno de ellos…
Acá no es igual que en México, en las carreteras chilenas hay puestos de verduras, de aceitunas, de quesos, algunos restaurantes, ventas de vinos caseros, carabineros y hasta áreas de servicios. Allá más bien son puestos de tacos y antojitos mexicanos casi uno al lado del otro o en rincones tan inesperados como en el medio de un desierto; puede no haber una bencinera en 100 kms. a la redonda, pero comida siempre vas a encontrar!
Como en todos los actos rutinarios de la vida, uno se va haciendo de sus lugares de costumbre. Antes salíamos de Santiago cargados de bolsas del supermercado para pasar el fin de semana, ahora compramos todo en la carretera. La señora del puesto de verduras que está justo después del peaje Las Vegas en la Ruta 5 Norte ya nos reconoce, nos pregunta por los gatos y nos guarda cerezas y queso de cabra porque sabe que nos gustan mucho y pasamos ya tarde por ahí. Un poco después podemos comprar pan amasado y mantequilla y con eso completamos el sándwich “pa’l camino”. De ida, esas son nuestras paradas obligadas cada fin de semana.
De vuelta hay dos lugares en los que siempre paramos. El primero es al pasar las vías del tren antes de entrar en la 5 Norte, para comprar dulces de La Ligua de preferencia con una señora viejita que siempre que la miro pienso en el cáncer de piel y en el factor 50…pero sus dulces son los más ricos y los más fresquitos. El otro es Ocoa en un lugar donde hay muchos puestos de verduras, frutas, flores, quesos y aceitunas de todos colores, olores y sabores.
De verdad que son un goce para los sentidos, uno al que no estamos acostumbrados cuando vivímos en Santiago. La verdura fresca no se compara con la que compramos en el súper, me acuerdo una vez que mordí un tomate y pensé “que raro, este sí sabe a tomate” pero es así, la verdura sabe a verdura de verdad y no a eso que ha estado refrigerado o congelado para llegar al supermercado y verse como si fuera fresco. Lo mismo pasa con el pan, las hierbas, las frutas y los quesos.
La diferencia se nota no solo en el sabor sino en el precio, todo está más barato. Además de estas ventajas, que aburrido sería un viaje sin parar a comprar cosas ricas, nutritivas y frescas. Hasta puede que descubras nuevos lugares o sabores que se conviertan en tus escalas obligadas!!
Yo tengo mis "picadas" camineras en la ruta Curicó-Iloca. Son imperdibles los pastelitos de La Huerta (conocidas como tortas huertinas, asegurense de que sean de Maria Medel, esos son los mejores) y también los puestos de frutas y verduras del estilo "del huerto a tu auto" porque puedes ver que al otro lado de la cerca tiene sus huertos.
ResponderEliminarTambién me encantan las frutillas de San Pedro DE-LI-CIO-SAS!!!!