Yo quiero ser como ellas
Siempre he tenido la impresión de que la mala de la película es la que más se divierte. Quizás porque todas las historias son más o menos las mismas y las protagonistas se parecen a alguna princesa de Disney por lo tanto tienen que ser bellas, virtousas, amables y justas...los zapatos son tan grandes que no les queda tiempo para pasarlo bien. En cambio las villanas tienen tantos matices que se parecen más a las personas del mundo real y por eso siempre me han parecido más atractivas como personajes.
Una vez que viste (o leíste) las historias de Cenicienta, La Bella Durmiente y La BlancaNieves te conoces a todas las heroínas y protagonistas de historia con algunas honrosas excepciones (como los personajes de Jane Austen, que de pronto podrían ser ambivalentes en cuanto a heroísmo o villanía se refiere) y automáticamente metes a tus conocidos en el saco de los buenos o los malos según se comporten pero para mí existe un tercer saco en el cual meto solo un par de personas cada varios años: el de las villanas con clase.
Y aclaro que no son muchas las que existen dando vueltas por ahí. El Jueves pasado en una conversación asomó la palabra “Yegua” que para mí todavía es un poco ajena porque en México no se usa y acá no la he escuchado mucho...no entiendo todavía si es una connotación muy mala o solo muy vulgar para utilizarla, pero el caso es que en medio de la conversación llegamos a la conclusión de que hay que saber ser una Yegua bien hecha y no una más del montón... nos matamos de la risa dando ejemplos y yo comencé a pensar en este post que ahora está tomando forma.
Me acordé que hay dos personajes de ficción (o no tanto) que veo con admiración (y hasta envidia) y siempre pienso que quiero ser como ellas: Una es Emily Gilmore, la esposa del millonario padre de Lorelay Gilmore de la serie Gilmore Girls y la otra es Miranda Priestly, la súper odiosa jefa de la protagonista en El Diablo Viste a la Moda.
Estas dos mujeres tienen mucho en común y la verdad es que aunque ambas son unas Yeguas, lo son con una clase y un encanto que ya quisiera yo para un día de mi vida. Emily Gilmore tiende a mirar a todos desde un pedestal imaginario y se toma cosas como la elección de las flores para una reunión social como si fuera la cura contra el cáncer, es tremendamente perfeccionista y el terror de todas las nanas que han pasado por su casa, pero tiene un gusto exquisito, sabe tratar con las personas más difíciles dejándolas bien en su lugar con palabras siempre “amables”, hasta en pijamas se ve increíble, jamás levanta la voz ni se pone histérica y le parece lo más natural del mundo que todos la sirvan y la obedezcan. Ni un asomo de culpa.
Miranda Priestly es la directora de una revista de modas (ya solo eso es una razón potente para querer ser ella), posee un gusto inmejorable, sabe quién es quién y donde encontrarlo y con solo fruncir los labios puede despedazar la colección entera (y el futuro) de cualquier diseñador. Es autoritaria, pedante, trata a todos como sirvientes (miembros de su corte), usa taco de aguja hasta en las pantuflas, impecable todo el tiempo en su presentación y cuando le llega algún revés inevitable de la vida (como su divorcio) se da 5 minutos para llorar y luego se arregla el cabello y dice “bueno, así es la cosa, adelante” y pone cara de diva de nuevo. Ni un asomo de culpa.
Ambas se llevan por delante a quien se ponga enfrente si es que estorba en sus planes, jamás están dispuestas a tranzar sus creencias porque nacieron para ser servidas, amadas, respetadas o por último temidas, sin importarles que cuando se dan la vuelta la gente hable pestes de ellas. Si me dieran a escoger vivir la vida de una de ellas no sabría cual elegir, con tal de tener ese componente de no culpa que las deja andar por la vida como si nada.
Desgraciadamente me educaron para parecerme más a las princesas que a las villanas y estoy acostumbrada a pedir las cosas por favor, si se puede y si no causa molestias, decir las cosas con amabilidad desmesurada y callar antes de hablar mal de alguien. Soy tan exageradamente estúpida que hasta le doy las gracias al cajero automático cuando me pasa la plata, me da una culpa tremenda estár mirando tele cuando la nana está limpiando la casa y olvidense de exigir mis derechos como cliente en algún restaurante o poner cara de maldad para obtener lo que quiero.
Pero bueno, se vale soñar con tener otra vida y otra personalidad. ¿Qué personaje les gustaría ser? ¿Villana o Princesa?.
*Por Mara
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