Ojalá en todas partes
Hace una semanas estaba almorzando con el Esclavo y unos amigos en el Mestizo (muy buen restaurante, próximamente les voy a hacer la crítica) y como estábamos en el límite exterior de la terraza teníamos una vista maravillosa del parque Bicentenario y la laguna que está muy cerca. Había muchas parejas pero sobre todo familias con hijos chicos que revoloteaban a la vista de sus padres.
Una niñita llamó mi atención porque no tenía ni 3 años y caminaba descalza sola por el pasto y hasta el borde la laguna con una sonrisa de oreja a oreja, se asomaba al agua –turbia- y no se qué veía, pero se mataba de la risa. Mi primer pensamiento fue “¿donde está la mamá de esta niñita?” porque la verdad es que me dio nervio que se cayera al agua, supongo que es natural que después de tantos años trabajando con niños chicos uno tenga activado el chip de vigilancia todo el tiempo.
Me quedé observándola, me maravilló por muchos motivos, el primero fue que se acercaba al agua sin miedo pero en ningún momento titubeó ni hiso ademán de perder el equilibrio o tener intención de tirarse al agua…lo que sí hacía era meter su manito a penas para tocar el agua y después estampaba su palma mojada en el borde del cemento y miraba extasiada la huella que dejaba.
Otra niñita un poco mayor se acercó y en tres tiempos ví entrar en escena a su mamá corriendo hacia ella, gritándole que no se acercara al borde y haciendo grades espavientos porque se iba a ensuciar y a llenar de bichos y no se cuanto más. La pequeña exploradora objeto de mi primera observación miró la escena por dos segundos sin interés y volvió su concentración a la estampada de manos. Me pregunté si habrá sentido pena por la que casi, casi fue su compañera de aventura pero supongo que era muy chica para entender lo que pasó.
Al cabo de una media hora, después de haber terminado de estampar manos, haber arrancado pastito y haberlo tirado metódicamente al agua y observado qué pasaba con él, todo esto en completa soledad, la chiquitita se dirigió a una poza de agua que había sobre el cemento un poquito más lejos de la laguna. En este momento yo ya suponía que los papás estaban en algún punto del restaurante mirándola sin interrumpir.
Iba directo a meter los pies en el agua estancada y llena de lodo pero antes de llegar fue interceptada por una mujer joven que la detuvo “llegó la ley, se acabó la diversión” pensé yo, pero para mi sorpresa la mamá sólo la tomó un minuto para ponerle bloqueador solar y un sombrero y la dejó ir directamente a sentarse en el medio de la posa y jugar con el agua.
Yo estaba extasiada! Hace años que no había visto a unos papás dejar de verdad jugar, explorar y experimentar a su hijo sin censurar “porque te vas a ensuciar, te vas a enfermar, te vas a caer, te vas a perder” y todas esas cosas que de tanto decretarlas los padres, terminan volviéndose verdad.
Siempre que voy a un baño público –entiéndase en el mall o en un restaurante- y escucho en la cabina de al lado a la mamá diciéndole a su niña “no toques nada, no toques nada, NO TOQUES NADA!!” como si las paredes fuera radioactivas, me entran unas ganas de reírme a carcajadas que me aguanto solo porque sería raro escuchar a una persona dentro del baño riéndose sola.
¿Acaso las mamás no saben todo lo que sus niños tocan en el colegio, en el parque, en su propia casa? Parece que no, y si se enteraran se mueren de shock anafiláctico!!!
Esta urgencia anti-gérmenes que ha surgido en los últimos años me parece francamente ridícula, o sea, claro que las medidas de higiene y seguridad siempre son necesarias, pero caer en los extremos de rociar con lisoform al cabro y todas las cosas a su alcance, andar con toallitas desinfectantes en el bolso y lavar con cloro hasta el cepillo de dientes ¿no será un poco mucho?
El ser humano ha vivido con gérmenes y ácaros durante toda su vida, hemos compartido este planeta en convivencia la mayor parte del tiempo pacífica y de hecho son ellos los que nos han dado la habilidad –a través de la construcción y reforzamiento de nuestro sistema inmune- para sobrevivir por sobre otros organismos y podría ser que por sobre organismos de otros planetas (recuerden el final de “la guerra de los mundos”, donde los aliens se mueren porque entran en contacto con los bichos y bacterias con los que nosotros vivimos día a día). Entonces ¿porqué declararles la guerra abierta?
Por si se están preguntando en qué terminó la niñita exploradora, cuando se aburrió fue donde su mamá, le dio los brazos y la mamá la tomó, sacó de su súper mochila de súper mamá ropa limpia, toallitas húmedas, zapatos y calcetines. La limpió entera de pé a pá, le puso bloqueador solar, pañal entrenador limpio y quedó como nueva. Tomaron sus cosas y se fueron…seguramente la niño llegó a aterrizar directamente en la tina de baño, pero las experiencias que vivió, no se las quita nadie. La otra, la que nunca pudo llegar a acompañarla en sus juegos seguramente ya estaba también en casa jugando con sus ultradesinfectadas barbies.
*Por Mara