Memorias del paladar
Me gustan los programas de cocina, me encanta ver como la gente prepara nuevas comidas o viejas recetas renovadas, todo se ve rico y perfecto, nunca los grabo eso sí o anoto sus recetas (tal vez debería).
En los últimos días durante mi rutina de ejercicios (que consiste en subirme 1 hora a la elíptica que tengo en el balcón mirando hacia la tele de la pieza) me hice fan de un programa australiano que pasan a las 19:00 en el TLC (Travel & Living Channel), es uno de los tantos concursos-reality de cocina que hay, con el nombre archiconocido de “Master Chef”, eso sí tiene la gracia de que aunque cocinan casi como profesionales, los participantes son chefs aficionados.
En el programa de ayer el desafío de los 24 finalistas (“los mejores 24” porque ya habían pasado como una semana cocinando para clasificar a esta etapa) era cocinar un plato que les trajera un recuerdo de su infancia, algo que los hubiese marcado… y obvio presentarlo a los jurados, que se viera bonito y que fuera el mejor plato de sus vidas… el recuerdo de infancia perfecto.
Obviamente también tenían que contar su historia y más de la mitad de los participantes lloró frente a la cámara al contar sus recuerdos… en fin… todos los platos se veían deliciosos y fue muy interesante que los participantes fuesen descendientes de diferentes culturas porque eso le dio variedad a la muestra.
Después que el programa terminó (y mi hambre había aumentado considerablemente, no se si sea bueno ver esto mientras hago ejercicio) me puse a pensar en cómo la comida, al igual que los aromas, puede transportarte en el tiempo y hacerte recordar tanto buenas como malas cosas y cada una con sus diferentes significados.
Si pienso en mi infancia, aunque no tengo un recuerdo de una comida tradicional específica, se me ocurren a la rápida un par de cosas: el tarro de manjar hecho con leche condensada que mi abuela guardaba en la despensa y que yo iba a cucharear cada vez que era dejado sin vigilancia. Recuerdo también los mantecados (galletas de mantequilla) de mi otra abuela, que siempre tenía cuando la íbamos a ver. Los postres caseros con leche (leche nevada, arroz con leche y leche asada) y las masas dulces (rosquillas y calzones rotos) de la Yolita.
Para comer tengo grabado en la memoria el risoto de panitas de pollo al vino tinto (una delicia), las pastas caseras (por casera me refiero a hacer al masa en la casa) y el infaltable “Guiso de Don fausto” que todavía no me animo a prepararlo por el temor de que no me quede igual.
Todos tenemos en nuestra memoria guardados los sabores de la infancia… yo les conté los mío… cuáles son los suyos?
Por Malú