11 de enero de 2012

Vida Casquivana: Resistencia al cambio


Dar el gran salto
Nuestro post del día de hoy venía tomando forma desde hace varios días, pero no es casualidad que haya visto la luz justo el día después de nuestros aniversario, cuando nos planteamos posibilidades de retorno, revisión y mejora y nos damos cuenta de lo difícil que es a veces detenerse, ver las cosas con otros ojos, salir de la caja y observar para re-considerar los caminos que tomamos o las cosas que hacemos.
Si todo está siempre en cambio constante y a veces ese cambio es prácticamente imperceptible, no me calza que el ser humano pueda ser capaz de mostrar la gran resistencia al cambio que nos caracteriza como especie. Y ojo, que estoy hablando de ESPECIE. Aunque algunos logren ser más flexibles que otros, como especie nos caracterizamos por tardar más en adaptarnos al cambio.
No es ningún misterio que todo en el universo cambia constantemente. Ya desde tiempos remotos (muuuuy remotos) el filósofo griego Heráclito declaraba que “Lo único que permanece es el cambio” y argumentaba además que un hombre no pisa nunca en el mismo río, haciendo referencia obviamente a que aún si lograra volver al mismo lugar exacto donde había estado antes, todo habría cambiado…entre otras cosas por efecto de la estadía de ese hombre en el lugar.

Sinceramente el tema de la resistencia al cambio últimamente me ha dado muchas vueltas porque me estoy encontrando de frente a él y me doy cuenta de que es más alto y más desalentador que el muro de los lamentos. Yo entiendo y sé por experiencia que cuanto más estemos convencidos e informados sobre los motivos, consecuencias y formas de un cambio, nos sentiremos más inclinados a llevarlo a cabo, pero de eso a encerrarse a piedra y lodo parapetándonos ante cualquier posibilidad de alteración del estatus quo...no solo no lo entiendo, sino que me frustra sobremanera.
En algún lado leí (y no sé si es información fidedigna) que el ser humano tarda 21 días en cambiar un hábito. Si mal no recuerdo de las clases en la universidad, los hábitos se alojan en el cerebro básico, es decir, la parte más primitiva de nuestro cerebro, que también maneja aspectos de sobrevivencia, territorialidad, rutinas, adicciones, aprendizaje por condicionamiento y un largo etcétera y es el que compartimos con todas las especies de la tierra. Entonces, si supuestamente en 21 días de práctica (ojo, no es magia, hay que perseverar durante 21 días seguidos) podemos modificar una rutina o hábito resulta que el problema no es el tiempo, ni la práctica, sino la voluntad para dar el primer paso y mantenerte en ello.
Somos animales de rutina ¿será porque nos hace sentir más seguros? Es cierto que la incertidumbre conduce al miedo y a la rabia, pero no puede ser preferible quedarte en el borde la piscina preguntándote si el agua estará fría o si los cursos de natación servirán de verdad, yo soy partidaria de tomar la decisión y lanzarse al agua, no a ciegas, pero sí con una fuerte determinación y el convencimiento de que quizás las cosas no saldrán como tú creías, pero seguramente aprenderás algo nuevo y el camino andando (o nadado, siguiendo con la analogía) te servirá de algo. ¿Ustedes qué opinan?
*Por Mara
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