Buena aunque nos duela
El sábado leía en la página editorial de La Tercera una columna sobre cómo el gobierno está yendo hacia una suerte de puritanismo casi de la época victoriana, comenzando porque mandarnos el mensaje solapado de que es malo ser gordo, fumar o beber. Si bien coincido con algunas de las afirmaciones de dicha columna, no me parece tanto que el gobierno quiera coartar nuestra libertad de hacernos daño cuando y de la manera que gustemos, lo que probablemente sí desea evitar, es que por hacernos daño nosotros mismos nos llevemos al prójimo de corbata.
Me explico, nadie puede alegar (y esto ya lo he dicho varias veces) que come, fuma o bebe en exceso porque no tenía idea del daño que se está haciendo…hay que ser muy patuo para eso. Pero el problema va más allá: cuando fumas en la presencia personas que les desagrada y a quienes llenas con tu humo, o cuando manejas en estado de ebriedad y produces un accidente, o cuando traspasas tus malos hábitos alimentarios a tus hijos y los predispones a enfermedades crónicas desde una temprana edad. Ahí es donde encuentro razón para que intervenga la ley si el sentido común no da para tanto.
Por eso lo que me atañe en esta columna el día de hoy, es la forma en que la nueva ley de alcoholes nos cambia la vida. Antes que nada, debo decir que estoy 100% a favor de la tolerancia cero en esto de beber y manejar, si no hemos aprendido con todos los porrazos, pérdidas familiares o de amigos, pololos, compañeros de trabajo, etc. Ya no vamos a aprender con nada, más vale la tolerancia cero. Como bien dice el dicho: o todos coludos o todos rabones.
El asunto es que hay que acostumbrarnos, hacer conciencia…y eso yo creo que sí está pasando. El sábado pasado asistimos a un cumpleaños infantil (juegos inflables para los niños y asado hasta las 3 de la mañana para los grandes) donde fue el tema más comentado, se habló mucho, muchísimo del asunto, y de las parejas que habíamos todos designamos un conductor para los que iban en auto. Yo era la conductora designada de mi marido, tomé pura coca cola y soporté la burla de los que sí estaban tomando alcohol y las reiteradas ofertas de “tomate una cerveza, total, comes algo y ya”.
Está bueno que la ley se siga, pero hay que ver cómo nos acoplamos a esto…ahora las salidas en pareja serán en taxi; nada menos “nice” que el galán te pase a buscar en taxi para la primera cita; los papás de los adolescentes ya no podrán hacer hora tomando un pisco sour antes de ir a buscar al crio a la fiesta a la 1 de la mañana; cuando uno va a un carrete muy lejos no hay posibilidad de taxi, al almuerzo familiar de los domingos llegarán todos en taxi o en grupos, o sea siempre habrá un sobrio…no me mal entiendan, esto es bueno, así que hay que VERLE lo bueno.
Yo espero de corazón que dentro de un año haya pruebas fehacientes de que el número de accidentes por ingesta de alcohol hayan disminuido. En ese momento, ganamos todos.
*Por Mara