7 de marzo de 2012

Frivolidades: Joyería

Brillo de Diamantes

Dentro del inmenso mundo de los accesorios que se han vuelto imprescindibles y están tomando un lugar mucho más importante en la moda femenina (incluso parecen más importante que la ropa que usas), crece con fuerza el tema de las joyas.

En los tiempos de mi abuela y mi madre, lo hombres les regalaban joyas costosas a las mujeres como demostración de su amor en fechas y ocasiones especiales. Mi madre recibió un anillo por cada hijo nacido (zafiros cuando nacieron hombres y esmeraldas cuando nacimos las mujeres) además de maravillosas churumbelas de diamantes durante los aniversarios que duró el matrimonio. Ni hablar de mi abuela, que recibía hermosas filigranas de oro italiano por cada aventura extra marital que tuvo mi abuelo (y miren que fueron varias, es una lástima que durante un robo se esfumò toda la herencia).

 
Conforme los tiempos cambiaron y las mujeres se fueron independizando, se dieron cuenta de que entre otras cosas, tampoco necesitaban a los hombres para obtener las joyas. Las mujeres comenzaron a trabajar en grande y a ganar en grande, y por lo tanto, a gastar en grande: los rubies, los zafiros, las esmeraldas y los diamantes se convirtieron en gustos y mimos en lugar de "premios" que les entregaban los hombres.

Después como que empezó a verse de mal gusto andar con el bling-bling a la vista y comenzaron a usarse más las joyas de fantansía, supongo que también por el tema de la seguridad y la verdad es que aunque me encantan por su versatilidad y porque una puede comprarse algo diferente para cada dìa del mes, creo que jamás alcanzarán la elegancía y majestuosidad que tienen las auténticas. 

Y es que el brillo tiene algo, no se cómo explicarlo. Yo no uso joyas costosas porque no las tengo (vendí los "premios" de mi primer matrimonio* para viajar por Europa) pero sí debo confesar que me quedo a veces hipnotizada al pasar por la vitrina de alguna joyería y me pregunto cómo se me vería esa gargantilla con diamantes o el anillo con una esmeralda circular (mi piedra favorita).

Y claro, cuando vaya a Nueva York (si la embaja me concede alguna vez una Visa) iré directo y sin escalas a Tiffany´s, llegaré antes de que abran la puerta con un café y un pastelito, para luego entrar y soñar y probarme las cosas más maravillosas del mundo. Y quizás, solo quizás y dependiendo de miles de cosas, me compraré los más hermosos aritos de diamantes que mi bolsillo pueda soportar. 

*Me acordé de la historia de mi anillo de compromiso: mi entonces prometido viajaba mucho a CanCun por trabajo y siempre me llevaba regalos costosos; a pocas semanas de la fecha acordada para comprometernos, me llama apuradìsimo para preguntarme por la meidda de anillo que uso porque estaba en Cartier y había encontrado un anillo de diamantes a un precio bajísimo pero estaban a punto de cerrar. Le pregunté el precio y me dijo 10mil, lo que ne verdad era barato para Cartier, le di el número y obtuve mi anillo maravillos de compromiso. Meses después de casados me confesó que había entrado a la tienda, pidió ver el anillo, lo pidió en mi número, fingió estudiarlo con cara de conocedor y pidió ver otros, solo por darse el gusto de que lo atendieran con Champaña y chocolates...al final dijo "me lo llevo" y al pasarle la cuenta, el precio eran 10mil...dólares! Para su desgracìa habìa hablado conmigo para pedirme la medida: regresar a casa sin ese anillo equivalía a una sentencia de muerte.
Por Mara (Audrey) Hempburn.
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