12 de marzo de 2012

Vida casquivana: Cambiarse de casa

Los años no pasan en vano

Es increíble la cantidad de cosas que uno va a cumulando durante los años. Recuerdo cuando hace ya casi 6 años me vine a vivir a la capital desde Viña del Mar (buuuu), me acompañaron F y mi hermano que puso el auto para traer todos los bolsos con mi ropa y eso sería todo.

En ese momento todas mis posesiones eran un par de pilchas, un pequeño estuche de maquillaje, mi celular con su cargador, un juego de toallas, el notebook, mi jarrito para el café y una hermosa cachorra llamada Atia.

Pero con el correr de los años y a pesar de mi filosofía del desprendimiento y del no-acumular parece que es inevitable llenarse de muebles, cajitas, accesorios y artículos varios que nunca te decides a botar o regalar.

En nuestro primer cambio de depto con F dentro de Santiago en medio día estábamos listos, los particpantes: F, yo, mi mamá y mi hermano que vinieron a ayudar (y a traer más cosas) y por supuesto la Atia, el asunto fue un mero trámite, nuestras pertenencias habían aumentado de solo ropa a un par de ollas y loza variada, dos sillones, un televisor pequeño, un par de estantes, una cama y un refrigerador. Todo fue cargado en un camión a la velocidad del rayo, descarado de la misma forma y ordenado en un santiamén , no era mucho y el espacio tampoco ameritaba darse tantas vueltas con la ubicación de muebles.

Este fin de semana nos cambiamos de nuevo, se podría decir que fue algo así como una cambiatón. El día viernes (antes del cambio) miraba el cerro de cajas que habíamos ido apilando a lo largo de la semana en el living, miraba los muebles, pensaba en la bodega repleta y me preguntaba… “¿cómo es posible meter tanta cosa en 55 m2?...¿en que momento perdimos el rumbo?”

Hice una cuenta rápida y la cantidad de cajas acumuladas (de todos los tamaños) sobrepasaban las 35 y para cuando llegaron los de la mudanza, con mi mamá (los participantes eran los mismos que la vez anterior) todavía estábamos llenando y cerrando dos cajas más con cosas sueltas que quedaban por ahí.

La locura que había empezado a las 7 de la mañana cuando sonó el despertador terminó a eso de las diez de la noche, con mi mamá y mi hermano tapizando los vidrios con papel de diario para suplir la falta de cortinas y poder acostarnos a dormir, porque todos estábamos mueeeeertos.

Todavía nos quedan varias cosas, poner los cuadros y espejos, poner cable e Internet, hacer conexiones e instalaciones varias y por supuesto ver el tema de las cortinas, pero bueno… tenemos todavía toda la semana por delante… (uf! De solo pensarlo me canso).

Por Malú
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...