2 de febrero de 2012

Vida Casquivana: Remanso de Paz

Un regalo inesperado

El martes por la tarde tenía una reunión a las 19:00 hrs. y como siempre, había calculado todo perfectamente para llegar a tiempo. Sí, soy una de esas obsesivas con el tiempo y aunque he aprendido a no llegar con 5 minutos de anticipación, no he logrado aún adquirir la habilidad tan extendida en este país de llegar desfachatadamente tarde y hacer como que no pasa nada.

En fin, que toda la planeación se me fue a las pailas primero porque salí tarde la oficina y segundo porque cuando iba manejando por la autopista, me suena el teléfono y El Esclavo me dice que tiene un imprevisto y que necesita el auto. Cambio de dirección y veo nerviosamente el reloj, voy muy atrasada! El Esclavo también va muy atrasado, así que cuando le dejo el auto me tengo que ir en taxi porque no me puede llevar, pero antes debo sacar plata del cajero porque tampoco tengo...veo el tráfico por Ave. Apoquindo y está para morirse. Pero yo siempre encuentro ángeles a mi paso...hasta en un taxi. 
Tres conductores de taxi me pasaron de largo, para mi fortuna. El cuarto se detuvo, al abrir la puerta del auto lo primero que sentí fue un golpe de aire frio en medio de los 30 grados de calor en el exterior. Me subo y el caballero me saluda muy cortesmente y me pregunta mi destino, yo se lo dije y al terminar de acomodarme en el asiento y cerrar la puerta, suspiré.
-¿mucho trabajo?- me pregunta mi ahora chofer
-si, un poco
-bueno, pues no se preocupe, relájese que yo la llevo ahora.

Me recliné en el asiento y en ese momento me di cuenta de que estabamos escuchando música clásica...Vivaldi para ser exactos. Abrí mis sentidos y me entregué, no se escuchaban los ruidos del tráfico santiaguino, no hacía calor, el chofer no conversó más para dejarme escuchar la música y hasta mi ya evidente retraso me dejó de importar.

Me estaban regalando un remanso de paz que duraría lo que tardara en llegar a mi destino y tenía que disfrutarlo. Cerré los ojos, me concentré en mi respiración y dejé salir todo el cansancio, las presiones del día y las preocupaciones. Me hice consciente del movimiento del auto y abrí los ojos para darme cuenta de que en medio del taco, el taxi se movía y avanzaba con toda normalidad, como si los otros autos se abrieran para dejarlo pasar. "Estoy en el taxi mágico!" pensé y me reí, parece que en voz alta porque el taxista me miró por el espejo y me dijo "Ah! ya ve? le cambió la cara!"

Finalmente llegamos en mucho menos tiempo del que pensé y del que hubiera querido. Por mi me hubiera quedado ahí un rato más. Le pagué al chofer y le di las gracias, (él por supuesto no se imaginaba que le daba las gracias no solo por el viaje, sino por el regalo) y al abrir la puerta para salir del taxi me invadieron de nuevo los ruidos, el calor, el ambiente de ciudad...Pero ya no me afectó, el remanso de paz se había quedado dentro de mí.
*Por Mara
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