Sabor Sorpresa
No es el nuevo lanzamiento de Cachantún para las mujeres, tampoco la novedad de PEPSI...es lo que sería mi almuerzo de hoy, sino estuviera El Esclavo en mi vida. Dios me dio muchos talentos, pero la verdad es que para la cocina no soy nada talentosa, o sea, puedo hornear muffins de banana y nuez una o dos veces al año siguiendo una receta, pero de ahí a cocinar todos los días, nada.
Por eso el que cocina por lo general es El Esclavo, quien además de tener una mano increible para la cocina, también posee más imaginación que Martha Stewart para combinar ingredientes y hacer las cosas más ricas del mundo que uno ni siquiera se imaginaba que existen.
La semana pasada estuve casi todos los días trabajando hasta tarde y antes de ir a buscarme a la oficina por la noche, El Esclavo se entretenía haciendo el almuerzo para el día siguiente. El jueves por la noche llegué a casa y olía a cielo...destapé la olla y el más maravilloso caldo de pollo me gritaba desde ahí "¡cómeme!" a lo cual era difícil decir que no en una de las noches más frías del año.
La verdad es que sabía a gloria. Cuándo le pregunté al Esclavo qué cubito de maggi había usado para el caldo me dijo con toda la naturalidad del mundo que ninguno, que había puesto una pechuga de pollo a concer con dos zanahorias cortadas, dos papas y un trozo de zapallo tristón que había en el refrigerador, cuando lo apagó le puso sal y hierbas y voilá! un delicioso caldo de pollo para recomponer hasta el espíritu.
Ayer domingo llegamos bastante tarde de un almuerzo con amigos y El Esclavo dijo que iría a dormir una siesta, así que yo, para pagar la culpa de que él hubiera cocinado toda la semana pasada, le dije que me encargaría del almuerzo del lunes y quise sorprenderlo con un caldito de pollo: total, él dijo que había sido muy fácil.
Lavé 2 zanahorias y 2 papas y las corté en cubitos lentamente (yo siempre hago todo a la rápida en la cocina y él se toma su tiempo, así que esta vez me tomé mi tiempo), pelé el zapallo y lo corté cuidando que los cubos me quedaran exactamente igual que los de la papa y la zanahoria, saqué el pollo, lo descongelé...solo me faltó darle un besito de lo bien que lo traté.
En fin, hice todo, todo, todo lo que me dijo él que había hecho y cuando lo apagué le puse sal y lo dejé tapado. Ahí ya algo estaba raro porque mi caldo de pollo no tenía el color como medio amarillo o naranjo que el del Esclavo, pero decidí no preocuparme mucho porque confiaba en haber seguido paso a paso las indicaciones de mi Master Chef.
Media hora después mi Esclavo despertó de su siesta y yo le muestro orgullosa mi hazaña de color sospechosamente transparente. La prueba y me dice "¡mmmh!" yo la pruebo y guacala! sabe a agua de pollo!!! ¿Qué pudo haber salido mal? no tengo idea, prendo el hervidor para hacerme un té y rumiar mi fracaso mientras el Esclavo mueve tarros, frascos y frasquitos de la cocina, cuando me estoy sirviendo el agua caliente sobre la taza me acerca una cuchara para que pruebe de nuevo.
Sabor a gloria. Lo arregló en 3 minutos. Definitivamente lo mío, lo mío, lo mío, no es la cocina.
*Por Mara